lunes, 31 de mayo de 2010

Lo que provoca la lluvia


A veces no puedo dejar de pensar, de recordar las caras, las palabras, las miradas. Me siguen al final del día, durante el fin de semana, en momentos en que debería estar relajada.
No me pasa solo a mí.
Ninguno de nosotros va a ser el mismo después de esto, dijo un compañero…y ya no lo somos.

Porque conocimos a ese hombre de 24 años, preso por varias rapiñas, que lloró delante de todos nosotros al recordar que la única vez que su padre le dio un abrazo fue cuando lo procesaron.
Porque nos emocionamos con la entrega de la instructora de yoga, esa veterana arrugada que se mete sola en una cárcel para llevar algo de luz en tanta oscuridad.
Porque vimos los ojos de ese otro, que fue un “menor” peligroso, que sobrevivió a la cárcel de mayor seguridad del país y que ahora espera su libertad trabajando en un taller mecánico. Una libertad que llegará recién en el 2017.
Porque nos compadecimos del guardiacárcel de 28 años, que comenzó su carrera hace 10 años como “llavero” de la cárcel la cárcel de mayor seguridad. Solito él, metiéndose en las celdas de los más peligrosos, sin armas, sin seguridad. Solito él, con su carita de adolescente y su “portuñol”.
Porque aquel otro “chiquilín” nos hizo erizar con el relato de su primer día en la cárcel más grande del país, con sus recuerdos de la adicción y la marginación hasta el presente como estudiante de bachillerato, novio de una profesora de inglés y encargado del cibercafé de la cárcel de mínima seguridad en la que vive hoy.
Porque alguien nos dijo que, a pesar de tener la posibilidad de tener salidas transitorias, prefiere quedarse en la cárcel para no reencontrarse con ese grupo de gente que la sangre define como familia.

Porque hoy, al ver las nubes oscuras, pensé ¿qué harán los presos que pasan su día en el patio cuando la lluvia les impide salir?